Marzo: la primavera ya se asoma, aun cuando el clima, en este siglo, se haya vuelto tan impredecible como el humor de una quinceañera. Tantas cosas han sucedido desde que deje de escribir: una vida se apago, otra llego, dos mas se inscribieron a la lista de espera, una se ato a la mía en sagrado matrimonio, una nueva morada, nuevos retos, tantas cosas. Dejé el maldito vicio (el del cigarro, el de vivir es mas difícil de quitar afortunadamente), tuve buenas y malas noticias, llore, reí y volví a hacer ambas.
En resumidas cuentas, lo común en la vida de un ser humano. Y heme aquí ponderando el volver a escribir o no. Porque, como siempre, tengo mucho que decir, que expresar. Aunque solo me lea mi mamá (y ni eso). Por otra parte, a veces se pregunta uno si lo que se quiere decir no se habrá dicho ya de mejor forma. O de manera mas poética.
Pero que mas da. La vida sigue. Y si esto al menos da para un ejercicio de relajación en el cual puedo vaciar un poco el alma y encima alguien puede leerlo y hasta parecería interesante, pues bienvenido sea. Porque a veces, lo mas difícil es hacer lo que se desea.