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lunes, 25 de enero de 2010

A donde vamos a parar...

Cuenta la historia que iba un viejecito con su nieto en la carcachita que tenia por carro, que seguramente hasta Henry Ford le recomendaría cambiar por el estado en que se encontraba, circulando por la calle, cuando el ancianito da un suspiro prolongado y exclama: "hay mijo, no se dónde vamos a parar." Su nieto, pensando en que el abuelo otra vez se queja del mundo y su situación, le dice: "Vamos, abuelito, el mundo no está tan mal; hay gente que se interesa todavía, que tiene esperanza en el futuro, que cree en los valores, en la moral, que trabaja por que el planeta sea mejor cada día...". En eso, el canoso personaje interrumpe a su descendencia, y le increpa: "Deja de decir babosadas, me refiero a que a donde vamos a parar... ¡Que esta madre no trae frenos!"

En fin. La idea de lo que a continuación escribiré, es una reflexión que quiero exponer con la esperanza de recibir respuestas. Y más que una sola reflexión, son varias reflexiones...

1) La agresión que recibió el jugador del américa, Salvador Cabañas. Varias son las ideas que cruzan por mi mente cuando leo una y otra vez todo lo que se ha desprendido de este hecho: que los equipos de fútbol profesional deben hacer para regular y proteger a sus jugadores; las consecuencias políticas que esto tendrá en el ya de por si vapuleado Distrito Federal; la irresponsabilidad de los dueños del bar y las autoridades involucradas; la desinformación que reina en la investigación en torno al caso, etc. Lo mas que me queda añadir, en lo personal, es que se necesite que una tragedia le ocurra a una figura pública para que se replantee lo que siempre hemos sabido y dejamos pasar sin mas ni más: la corrupción, la inseguridad y el conformismo que prevalecen en el D.F. Ya es hora de que dejemos de ser meros observadores pasivos y nos manifestemos en verdad y hagamos algo para que las cosas FUNCIONEN. Nada más un favor: manifestarse no es salir a la calle a molestar a la gente que nada tiene que ver mientras que la que si tiene que ver hace oídos sordos y se mantiene impávida.

2) Todo el debate sobre si las parejas homosexuales deben o no tener el derecho de adoptar me ha puesto a pensar en algo: ¿En qué momento la democracia mutó de la voluntad de la mayoría al de la minoría?

Por favor, antes de que se me tiren a la yugular, permítanme puntualizar a donde voy con esto. a) No hablo de minorías con desprecio, señalo una realidad (al menos estadisticamente comprobable hasta el momento). b) Creo, firmemente, en la libertad preferir, o ser, de sexo, credo y raza (¿existen las razas?) distinto a otra persona. La diversidad es una de las características mas bellas que tiene el ser humano. c) No quiero ofender (o al menos no lo pretendo deliberadamente) a ninguna persona.

Dicho esto, desarrollo la idea. La libertad de expresión de una persona termina hasta donde comienza la de otra. Vivimos actualmente una época donde se busca la tolerancia, el respeto y la convivencia de todos los seres humanos. Lo único que no me queda claro es en que momento la balanza se fue de un extremo a otro. Tal vez exagero, tal vez estoy mal en mi planteamiento o sea un bicho raro de esos que ven las cosas al revés, pero me doy cuenta que hoy en día, la tolerancia no es mas que una máscara, porque nos da vergüenza decir lo que realmente pensamos. Porque, pregunto yo: ¿estamos mal si opinamos diferente a los demás? ¿No es ese el principio del que parte todo esto de la tolerancia? Si yo como persona (LO DIGO COMO EJEMPLO, OK?) no me gustan los homosexuales, ¿soy malo? ¿soy intolerante? ¿soy una horrible, horrible persona?

Claro, lo sé, la mayoría de la gente que esta en contra no se queda solo en opinar, sino lo practican en toda la extensión de la palabra. Y siendo honestos, yo jamás justificaría de forma alguna una agresión verbal o física a gente de preferencias o raza distinta. Pero si me parece curioso que en cuanto uno no opina a favor de esta diversidad, los dedos flamígeros se tornan contra uno y te fulminan con facilidad. Si no estas a favor de que las parejas gay adopten, malo. Si no cooperas al menos un peso con las victimas de Haití, malo. Si no te gusta el hip-hop porque piensas que perpetua el estereotipo de la gente de color, malo. Si opinas que el reciclaje es inefectivo porque se enriquecen unos pocos, malo. Y se da un fenómeno curioso, en donde en muchas partes se permiten abusos para no ser tachados de intolerantes. Curioso. Muy curioso.

3) Con todo esto de las redes sociales, queda de manifiesto que entre un par de personas hay apenas unos bytes de distancia, que no hay pretextos para seguir aislado y no encontrar a tus compañeros de los que no sabes nada desde hace tiempo, u olvidar el cumpleaños de alguien, o no saber de los últimos chismes de fulano o sutano.

Ahora, lo único que nos falta es que tener internet sea un derecho constitucional. Y ya me voy. Saludos.

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